La niebla de la madrugada
descansa en sepulcral silencio,
mientras se pierde mi mirada
en la ventana padeciendo.
Yo aún sigo dando vueltas
porque no he podido dormir,
maldita ausencia que atormenta,
recuerdos que no quieren morir.
Busco en el refrigerador
algún elixir quita penas,
y me invade un cruel estupor,
todo lo bebí en la cena.
Entonces busco en mis bolsillos
aquel amigo inseparable,
pero no quedan cigarrillos,
deberé salir a buscarte.
Cauto enfrento al exterior,
la ciudad aún no despierta,
la densa niebla oculta al sol
y las calles están desiertas.
Me detengo a comprar el vicio
ese que me ayuda a olvidar,
conforme de que este suicidio
casi nadie podrá notar.
Ya con mis bolsillos repletos
de los blancos verdugos mudos,
me vuelvo a casa muy contento
no tendré que enfrentar al mundo.
Tiemblan las manos congeladas,
entro rápido a mi refugio,
otra vez pierdo la mirada
en tantos recuerdos confusos.